
De todas maneras ya quedaba muy poco tiempo para poder empezar a sentir la verdadera fuerza del sexo. Y encima lo probaría con un chico de secundaria, un repetidor experimentado que le haría conocer el significado de todas esas palabras tanto cochinas como excitantes. Eduardo ya desvirgó a tres de sus amigas, con muy buenas referencias, por cierto.
La cita fue en el lago del pueblo, sitio frecuentado por las parejas que no tenían un nicho en común para ponerse a prueba sexualmente. La niña de los ojos azules estaba preparada, y extendiendo la toalla, la que normalmente usaba para ir a la piscina, comenzó a abrir tímidamente sus piernas. Viendo la disposición de la chica Eduardo se limitó a dejar que ella misma fuera la que llevara la iniciativa. Lo normal era que ellas estuvieran poco receptivas, incluso muerta de vergüenza alguna tuvo la osadía de rechazarle. Sin embargo, la encantadora niña de los ojos azules parecía haber nacido para ser complacida. Sin ser especialmente guapa tenía una mirada y una boca tan dulces que cualquier hombre caería rendido antes sus incipientes encantos.
Recogiendo poco a poco su falda dejó entrever su raja. Al no llevar braguitas sintió un ligero pero agradable escalofrío que subía por sus muslos para acabar penetrando en su entrepierna. Eduardo no quiso que ese momento terminara y esperó astutamente a que la niña continuara con su maniobra de excitación. Usando dos de sus dedos de la mano derecha comenzó a abrir sutilmente sus labios superiores. Eduardo observaba inmóvil como ella además con la mano izquierda comenzaba a jugar con su clítoris. Mordiéndose los labios mientras mantenía los ojos cerrados continuó autoexcitándose. Sentía como iba mojándose su centro sexual, sentía como se lubricaba y como iba a necesitar la ayuda del hasta ahora espectador Eduardo. Justo cuando abrió los ojos sintió lo que necesitaba, aquello que había esperado ansiosa durante tanto tiempo. Eduardo comenzó a penetrarla con su ya conocida gran herramienta. La niña de los ojos azules gritó. Sólo una vez, y empezó a moverse frenéticamente siguiendo el ritmo del experimentado chico. No podía terminar de creer que hubiera tardado todo ese tiempo sin sentir esas fantásticas sensaciones. Eduardo desenredó su pelo violentamente y ella volvió a gritar, estaba a punto de correrse. Eduardo la bañó enseguida y ella le correspondió casi instantáneamente. El estallido fue espectacular.
Sonriente se subió la falda, se puso los zapatos y se fue caminando plácidamente hacia su casa sin siquiera despedirse. Eduardo, tumbado boca arriba, se encendió un cigarrillo mientras observaba como Sofía, la niña de los ojos azules, se iba perdiendo en la distancia.
1 comentario:
Rotura de polla sideral, dolor en las bowlings y destape arrancado de cuajo. La verdad tronco que como sigas así te vas a hacer un libro y un hueco en la historia perturbadora sexual más cachonda. Ahora a por los Fortuny, eh?? jejejje!!
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